A por los nuevos (y locos) años 20

Llegó el momento de despedir 2019 y como cada diciembre, miro atrás antes de dar el paso al nuevo año. Llegamos a 2020, ¡cómo suena!, ¿eh? 2020… Parece mentira, no hace tanto que hablábamos de la entrada en el año 2000 y de repente, han pasado 20 años ¡Ja!

La verdad es que 2019 ha sido bastante estable, ha sido un año sin grandes retos, ha sido un año vivido, bien vivido, que no es poco. Como en años anteriores, ha habido tiempo para la reflexión y el autoconocimiento, parece que se va convirtiendo en hábito y eso “es bien”.

2019 ha sido generoso, regalándome momentos maravillosos, viajes inolvidables, obras de teatro, exposiciones, conciertos… que me han llenado el alma. Y, como en años anteriores, 2019 ha seguido obsequiándome con personas maravillosas que me dan amor, cuidados, cariño, risas y un sinfín de emociones y experiencias que pintan el mundo, y mi vida, de bonitos colores.

Con el cierre de 2019, no solo dejamos atrás los últimos 12 meses, sino que también ponemos fin a una década, y qué década señores…Pensando en ella me he encontrado con una bonita casualidad, el primer mail de felicitación de año que tengo es del 31 de diciembre de 2009, justo al final de la década anterior, o sea, que ya van 10 años con esta tradición que nunca sé si seguirá o no, pero que de momento va saliendo.

Revisando mails de años anteriores, he podido ver cómo he ido evolucionando en estos 10 años, aunque la base teórica no ha cambiado mucho, sí se ha ido haciendo más real y sólida. Ya era consciente entonces de que sonriendo se llegaba más lejos y mejor, ya tenía una red de personas maravillosas a las que agradecer su amor y cuidados. Viví también mis momentos convulsos, profesional y personalmente, que me descentraron de mí misma en muchas ocasiones, pero cada año sentí que era un poquito más sabia, un poco más rica en emociones y sentimientos, y un poco más madura y serena. Es maravilloso ver cómo se va relativizando todo con los años…

Eso sí, no conocía la importancia real de mis palabras y emociones, hasta que tuve la necesidad de ponerlas en práctica, para enfrentarme a la situación personal más difícil que he vivido hasta el momento, la enfermedad de mi padre y su marcha en enero del 17… Ahí cada palabra se hizo realidad, y pude sonreír a pesar de todo, y lloré aliviando el dolor, y cogí la mano de todos los que me quieren, dejándome cuidar y querer, y fui fuerte para querer a los que me necesitaban y sobre todo… amé de la forma más intensa jamás experimentada por mí hasta ese momento, sobre todo le amé a él (y así sigue pasando).

Y de todo eso sí aprendí, aprendí de verdad, todo adquiere un sentido diferente cuando pasan cosas importantes, todo es mucho más real.

Desde ese momento soy mucho más consciente, sé querer mejor o, al menos, lo intento; sé que tengo límites y que no tengo que poder con todo, sé que puedo pedir ayuda, aunque aún estoy aprendiendo a detectarlo a tiempo; sé que adoro a mi familia, así, sin más; sé que tengo la fortuna de tener a mi madre, siempre cabal y maravillosa, ejemplo de vida; sé que tengo a mi lado personas que me quieren, me cuidan y protegen, a quien siempre me esperará, a quienes me hacen reír a carcajadas y aguantan mis lágrimas cuando es necesario, aquellos que a base de verdades me abren los ojos, así como en ocasiones dulcifican la realidad, para hacérmelo más sencillo. A todos ellos intento cada día dar lo mismo que recibo; sé reconocer a las personas bonitas que se me acercan y me encanta que se sumen a mi vida aportando luz, así como comprendo que otras van quedando en el camino si nuestro momento pasó, y, lo más importante de todo, sé que para querer a los demás, debo empezar por quererme, mucho y bien, a mí misma, y ahí estoy, trabajando en ello.

Este fin de semana fui a dos conciertos y en ambos hubo mensajes similares, basados en sentimientos que sé que pueden mover el mundo, como la música, como el arte en general. Me hago eco de ellos para compartirlos con vosotros:  Vetusta nos invitaba a hacer de la belleza y el amor el hilo conductor de todos nuestros actos y Mastodonte, con mi querido Asier, nos decía que el arte y el amor son para los valientes. Seamos valientes pues. Yo quiero ser valiente. “Palabra de Mastodonte”.

Vamos a por ello, comencemos esta nueva década con el “tic tac” del reloj y dejemos fluir los nuevos (y locos) años 20.

¡Feliz 2020!

Gracias por estar a mi lado y llenar mi vida de luz. Puede que seáis mis elfos. Sí, lo sois, sí lo sois, sois mis elfos… 

Se os quiere, mucho